viernes, 3 de enero de 2020

GEL Maratón: Atenas, cuna de la democracia

     Siendo uno de los objetivos de nuestro proyecto el estudio de la Ciudadanía y los valores que tras ella se encuentran -comunes al Esperanto, en muchos casos- no podíamos dejar de lado los lugares en los que nuestra democracia surgió. 

     En el siglo anterior al surgimiento de la misma, eran infinidad las polis, pequeñas ciudades-estado, que constituían la Civilización griega. 



     En el siglo V a.C, después de vencer definitivamente a los persas, en Atenas se instaura el gobierno de todos, la democracia, y con Pericles a la cabeza, que fue su impulsor, Atenas se constituye en el centro del mundo cultural de la época. 

     Muchos de los tesoros arquitectónicos de entonces siguen ahí y nos recuerdan cuál fue el inicio de nuestra cultura: templos, edificios civiles, políticos,...  En esta visita, no podíamos dejar de lado, al menos, a aquellos que contribuyeron a que nuestra nuestra educación y nuestra forma de gobierno sean las que son. 


     La Acrópolis, la ciudad de los dioses, en la que a los hombres se les prohibió habitar, ha estado presente en todo momento en nuestra ruta ya que  podía verse desde todos los lugares que visitamos.




       Lo primero que visitamos fue la colina del Areópago. En su origen, el Consejo del Areópago dependía del rey y se componía únicamente de eupátridas. Este tribunal controlaba a los magistrados, interpretaba las leyes y juzgaba a los homicidas. Mantuvieron el poder hasta las Guerras Médicas. 

     Con el rápido progreso de las instituciones democráticas, sus poderes resultaban incongruentes. Los arcontes perdieron su prestigio y su poder político en el 487 a. C. y ya no eran escogidos entre los hombres más importantes de la sociedad, sino que eran elegidos por sorteo. En el 462 a. C. les retiró la custodia de la constitución, con lo que su competencia disminuyó.4​Conservaron, no obstante, su función de tribunal para juzgar los asuntos criminales, pero perdieron toda su importancia política.




     Después fuimos a la colina del Pnyx, donde se reunía la Ekklesía, que  era la principal asamblea de la democracia ateniense en la Grecia clásica. Fue instaurada por Solón en el 594 a. C. y tenía un carácter popular, abierta a todos los ciudadanos varones atenienses.

     Era utilizada para designar magistrados, de manera que estos eran elegidos mediante el sorteo, participando todos los atenienses que formasen parte de la asamblea. De esta forma, también elegían de forma indirecta a los componentes del Areópago, quienes eran elegidos por los magistrados electos por la Ekklesia.

     Entre otras cosas, la asamblea tenía la última palabra en lo referente a la legislación ateniense, las declaraciones de guerra, la firma de la paz, la estrategia militar, la elección del strategos y otros oficiales y poseía la facultad de llamar a los magistrados a rendir cuentas ante ella al final del año de su mandato.

     Al principio se reunían una vez al mes, pero más tarde llegaron a reunirse tres o cuatro veces mensuales. La agenda para la _Ekklesía la establecía la Boulé, el consejo de los quinientos.

     

     Esta es la tribuna desde donde oradores como Pericles se dirigían al pueblo:


El Ágora antigua también merecía nuestra visita porque allí se encontraban, entre otros edificios, aquellos en los que se reunió la Boulé:





     
      En el ágora ateniense se construyeron dos bouleuterión, en periodos diferentes, para albergar a la Boulé, que en Atenas constaba de 500 miembros. Este órgano legislativo redactaba los proyectos de ley para su posterior discusión y aprobación en la Ekklesía.​

      El bouleuterión más antiguo es el Metroón,​que a su vez se construyó sobre un edificio anterior.​

     También pudimos ver los ostracon, trozos de terracota en forma de concha donde se escribía el nombre de aquellos ciudadanos que la Asamblea quería que fueran desterrados por considerarlos peligosos para la soberanía popular.  

     Para aplicar la ley cada año en la Asamblea  votaban sobre si se debía proceder a un ostracismo. La votación se realizaba a mano alzada, no había un debate y los nombres de los candidatos no se revelaban. Si el resultado era positivo, volvían a tener una votación pública dos meses más tarde, pero esta vez en asamblea solemne con un quorum de 6000 votantes, y cada ciudadano que deseaba votar, inscribía sobre un fragmento de cerámica o eventualmente en una concha de ostra (de ahí la palabra ostracon), el nombre del sujeto cuyo destierro le parecía necesario para el bien público. Siempre que había una mayoría absoluta de votos, la persona cuyo nombre aparecía debía abandonar la ciudad en el plazo máximo de diez días y permanecer exiliado durante diez años.

     El exilio no era permanente y, además, la persona exiliada no perdía sus derechos como ciudadano e incluso podía ser perdonado por una nueva votación de la Asamblea. Durante el periodo de destierro, la ekklesía conservaba los ostraca en los que figuraban los nombres de los ostraquizados.








Desde el punto de vista de la educación, los lugares visitados fueron, entre otros:

     - La Academia de Platón, de la que ahora solo queda un parque con unas cuantas ruinas, fue considerada un antecedente de las universidades. En su frontispicio se leía "Aquí no entra nadie que no sepa Matemáticas". Su nombre se debió a que su localización estaba en los jardines consagrados a Academos, un héroe de la mitología griega.


     - El Liceo de Aristóteles, situado en unos terrenos cercanos al templo de Apolo Lýkeion, lo que provocó que recibiera ese nombre.


       - No solo los griegos engrandecieron su ciudad, Adriano, el segundo de los emperadores romanos españoles, contruyó en ella una biblioteca. La Biblioteca de Adriano o Biblioteca de las Cien Columnas fue un edificio construido al norte del Ágora romana de Atenas para albergar su la extensa colección de libros del emperador, además de funcionar como sala de lectura y centro de convenciones.



     - El Teatro de Dioniso fue el mayor teatro de la antigua Grecia, situado en la parte oriental de la vertiente sur de la Acrópolis de Atenas. Dedicado, como indica su nombre, a Dioniso, dios de las viñas y del teatro, inicialmente se rezaba en su honor alrededor del altar del templo y los espectadores se sentaban a los lados. Después, esos rituales se fueron convirtiendo en las tragedias clásicas de Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aristófanes.